DOMINGO DE PASCUA.

Javier Antolín, OSA

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

¡Verdaderamente, ha resucitado!

El Evangelio termina diciendo que todavía no habían entendido lo que significa resucitar de entre los muertos. Este es precisamente el centro de la fe cristiana, la confesión de que Cristo ha muerto y ha resucitado, una sola palabra explica este doble misterio, la Pascua. Cristo ha vencido a la muerte y ha abierto para todos nosotros el horizonte de la vida nueva. Es posible que después de más de XX siglos nos sigamos preguntando por el significado de resucitar de entre los muertos.

María Magdalena, Pedro y el discípulo amado son los protagonistas del Evangelio, a María la habíamos visto, junto a otras mujeres, contemplando a distancia al Crucificado y después fue testigo de la sepultura. Seguramente no había podido dormir y de madrugada ella sola fue al sepulcro y vio la losa quitada e inmediatamente fue a comunicárselo a Pedro y el discípulo amado que van corriendo al sepulcro, y aunque este último llega primero, deja que sea Pedro quien entre primero y certifique que ha resucitado de entre los muertos. A partir de entonces comenzaron a anunciar sin ningún miedo que Cristo había resucitado de entre los muertos.

¿Dónde estamos nosotros? Ya no necesitamos ir al sepulcro ni buscar entre los muertos al que vive.
Nuestra fe se apoya en los primeros testigos de la resurrección, pues tenemos esa misma fe y esa misma alegría llena e ilumina toda nuestra vida. La Resurrección es la última palabra de la vida de Jesús, pues el inocente crucificado en la cruz, es el que resucita de entre los muertos. A pesar del dolor, la muerte, la violencia, la injusticia, etc., seguimos reafirmando la vida, la paz, la justicia y la fraternidad.

Podemos saludarnos como los cristianos ortodoxos que dicen: ¡Cristo ha resucitado! Y responden:
¡Verdaderamente, ha resucitado!