TRIDUO EN HONOR DE SAN AGUSTÍN
PRIMER DÍA: LA FE
Por la señal de la Santa Cruz…
ORACIÓN INICIAL
Peregrino y enfermo vuelvo a ti, Dios mío,
cansado de peregrinar fuera,
y agobiado por el peso de mis males.
He experimentado que lejos de tu presencia
no hay refugio seguro,
ni satisfacción que dure,
ni deseo que dé fruto,
ni bien alguno que sacie los deseos
del alma que creaste.
Aquí estoy, pobre y hambriento.
¡Dios de mi salud!
Ábreme las puertas de tu casa:
perdóname, recíbeme,
sáname de todas mis enfermedades,
úngeme con el óleo de tu arrepentido.
¡Oh Verdad!
¡Oh belleza infinitamente amable!
¡Qué tarde te amé, hermosura
siempre antigua y siempre nueva!
¡Qué tarde te conocí!
¡Qué desdichado fue
el tiempo en que no te amé ni conocí!
AMÉN.
Lectura del evangelio de san Mateo (14, 22-36)
De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: ¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! Pedro le contestó: Señor, si eres tú mándame ir hacia ti andando sobre el agua. Él le dijo: Ven. Pedro bajó de la barca y se echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: Señor, sálvame. Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él diciendo: Realmente eres Hijo de Dios.
PALABRA DEL SEÑOR
Reflexión de San Agustín
Pedro caminó sobre las aguas por mandato del Señor, sabiendo que por sí mismo no podría hacerlo. Por la fe pudo lo que la debilidad humana no podría. Estos son los fuertes en la Iglesia. Atiendan, escuchen, entiendan, obren. Porque no hay que tratar aquí con los fuertes para que sean débiles, sino con los débiles para que sean fuertes. (Sermón 76,6).
Meditemos unos momentos
Padre Nuestro, Ave María, Gloria
Pidamos la gracia que deseamos obtener en esta novena.
ORACIÓN FINAL
Señor, estabas dentro de mí,
pero yo de mí mismo estaba fuera.
Y por fuera te buscaba…
Estabas conmigo,
pero yo no estaba contigo.
Me mantenían alejado aquellas cosas que,
si en ti no fuesen, no existirían.
Pero me llamaste, gritaste,
derrumbaste mi sordera.
Brillaste, resplandeciste,
ahuyentaste mi ceguera.
Derramaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti.
Gusté, tuve hambre y sed.
Me tocaste y ardo en deseos de tu paz.
Que yo te conozca, Dios mío,
de modo que te ame y no te pierda.
Que me conozca a mí mismo,
de tal manera que me desapegue
de mis intereses
y no me busque vanamente en cosa alguna.
Que yo te ame, Dios mío, riqueza de mi alma,
de modo que esté siempre contigo.
Que muera a mí mismo y renazca en ti.
Que sólo tú seas mi verdadera vida
y mi salud perfecta para siempre. Amén
AVE, MARÍA PURÍSIMA
SIN PECADO CONCEBIDA.