LA ESPERANZA

Por la señal de la Santa Cruz…

ORACIÓN INICIAL

Peregrino y enfermo vuelvo a ti, Dios mío,
cansado de peregrinar fuera,
y agobiado por el peso de mis males.
He experimentado que lejos de tu presencia
no hay refugio seguro,
ni satisfacción que dure,
ni deseo que dé fruto,
ni bien alguno que sacie los deseos
del alma que creaste.
Aquí estoy, pobre y hambriento.
¡Dios de mi salud!
Ábreme las puertas de tu casa:
perdóname, recíbeme,
sáname de todas mis enfermedades,
úngeme con el óleo de tu arrepentido.
¡Oh Verdad!
¡Oh belleza infinitamente amable!
¡Qué tarde te amé, hermosura
siempre antigua y siempre nueva!
¡Qué tarde te conocí!
¡Qué desdichado fue
el tiempo en que no te amé ni conocí!
AMÉN.

Lectura de la carta de san Pablo a los Romanos

Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones, como se le había anunciado: Así será tu descendencia. Su fe no flaqueó, al considerar que su cuerpo estaba como muerto era casi centenario y que también lo estaba el seno de Sara. Él no dudó de la promesa de Dios, por falta de fe, sino al contrario, fortalecido por esa fe, glorificó a Dios, plenamente convencido de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete (4,18-21))
PALABRA DEL SEÑOR

Dice San Agustín:
“También la esperanza es necesaria durante la peregrinación; es ella la que nos consuela en el camino. El viandante que se fatiga en el camino, soporta la fatiga porque espera llegar a la meta. Quítale la esperanza de llegar, y al instante se quebrantarán sus fuerzas.”
(Serm. 158,8)

Oración
Señor queremos pedirte que les des esperanza a todos los niños y niñas que andan solos en nuestras calles. Testigos de un mundo que no los tiene en cuenta ni se avergüenza de su presencia.

 Meditemos unos momentos
 Padre Nuestro, Ave María, Gloria
 Pidamos la gracia que deseamos obtener en este triduo.

ORACIÓN FINAL

Señor, estabas dentro de mí,
pero yo de mí mismo estaba fuera.
Y por fuera te buscaba…
Estabas conmigo,
pero yo no estaba contigo.
Me mantenían alejado aquellas cosas que,
si en ti no fuesen, no existirían.
Pero me llamaste, gritaste,
derrumbaste mi sordera.
Brillaste, resplandeciste,
ahuyentaste mi ceguera.
Derramaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti.
Gusté, tuve hambre y sed.
Me tocaste y ardo en deseos de tu paz.
Que yo te conozca, Dios mío,
de modo que te ame y no te pierda.
Que me conozca a mí mismo,
de tal manera que me desapegue
de mis intereses
y no me busque vanamente en cosa alguna.
Que yo te ame, Dios mío, riqueza de mi alma,
de modo que esté siempre contigo.
Que muera a mí mismo y renazca en ti.
Que sólo tú seas mi verdadera vida
y mi salud perfecta para siempre. Amén

AVE, MARÍA PURÍSIMA
SIN PECADO CONCEBIDA.