“Memento homo quia pulvis es et in pulverem reverteris” (Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver, Gen. 3.19 ), con estas palabras se imponía la ceniza sobre la frente de los fieles (y aún hoy se hace junto a la fórmula “conviértete y cree en el Evangelio” Mc. 1, 15 ) en el rito del Miércoles de ceniza.
El uso de la ceniza como símbolo de penitencia, duelo o preparatorio al sacrificio, es muy antiguo. Tenemos ya testimonios del uso de la ceniza en este sentido en la Biblia (Libros de Ester, Jonás, Job, Daniel), entre diversos pueblos como los ninivitas y, por supuesto, los judíos. Jesús mismo hace referencia a la ceniza en Mateo 11:21 “Ay de ti, Corazaim; ay de ti, Betsaida!, porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados en ti, mucho ha que en saco y ceniza hubieran hecho penitencia”.
Para nosotros es, además, un signo de conversión.
En la Iglesia primitiva se había recogido esta costumbre de imponerse la ceniza y así lo hacían las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, presentándose ante la comunidad con un “hábito penitencial”. Tertuliano en su libro De Poenitentia dice ya que el penitente debe “vivir sin alegría en tela de saco áspera y cenizas”
En cualquier caso, hay precedentes de prácticas penitenciales desde el siglo II como preparación a la Pascua y aunque la Cuaresma se fija en el siglo IV como tiempo penitencial de 40 días, como hemos dicho, parece ser que la imposición de la ceniza se incorpora en el Sacramental Gregoriano, cuyas primeras ediciones son del siglo VII. (Otras fuentes hablan del siglo XI como fecha definitiva).
En lo que a la Cuaresma se refiere, en un principio comenzaba en un domingo, denominado por ello “Domingo de Quadragésima” y comprendía las 6 semanas anteriores al Domingo de Pascua.
La decisión de comenzar la Cuaresma en miércoles surge precisamente de la práctica del ayuno, ya que los domingos no se ayunaba por ser fiesta. Así hubo que añadir al tiempo penitencial cuatro días y comenzar en miércoles en lugar de en domingo, estableciendo 40 días de ayuno en conmemoración de los 40 días de ayuno de Nuestro Señor Jesucristo en el desierto, comprendiendo los 40 días entre el Miércoles de Ceniza y el Sábado Santo, sin contar los domingos.
El Misal Romano indica que las cenizas provienen de ramos de olivo bendecidos el año precedente (habitualmente aquellos utilizados en la Procesión de palmas, que se guardan para tal fin).
Como tiempo penitencial y de conversión fuerte, el Derecho Canónico (cánones 1249, 1251 y 1252) establece obligaciones penitenciales como el ayuno y la abstinencia.
La abstinencia (prohibición de ingerir carne) todos los viernes del año que no sean Solemnidad – en Cuaresma, generalmente, San José y la Anunciación del Señor-, dispensable por otra obra penitencial, excepto en Cuaresma; y el ayuno (hacer una sola comida fuerte al día) que se impone junto con la abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
La ley de la abstinencia obliga a todos los fieles de catorce años y la del ayuno a los mayores de edad y hasta los cincuenta y nueve cumplidos.
Sin embargo, debemos tener muy en cuenta el significado profundo de las cenizas que recibimos y los sacrificios que realizamos. La Cuaresma es un tiempo para la reflexión, para la meditación, la oración y la conversión profunda de los corazones. Este tiempo nos sirve además para renovar nuestras promesas bautismales, cuando morimos a una vida pasada y comenzamos una nueva en Cristo.
Víctor T. Rodríguez-Flores